Resumen del 1º capítulo.
Los pioneros del cine Mudo.
Segundo de Chomón y Fructuoso Gelabert.
La producción española hasta la Guerra
Civil.
Los efectos especiales o
trucajes, ya eran conocidos y usados en el teatro mucho antes de que naciera el
cinematógrafo. Se trataba de efectos escenográficos
con los que se sorprendía a la audiencia. Para ellos se utilizaban efectos mecánicos
tan simples como poleas y rudimentarios arneses para colgar objetos o
actores que aparecían volando en el escenario. Los artesanos encargados de utilería y atrezzo, construían elementos que debían ser
rotos o destruidos en las funciones. Normalmente se construían en piezas y se montaban cuidadosamente para que simulasen romperse y
se pudiesen volver a montar para la siguiente función. Se esta forma se podían
destrozar mesas, sillas y otros elementos. También se usaban trucajes con
espejos para hacer aparecer, por
ejemplo, fantasmas, que en realidad eran reflejos de un actor escondido tras
los bastidores. Durante siglos, en los teatros de todo el mundo escenográfos, directores de escena y
artesanos del medio se las habían arreglado para ir inventando todo una serie de trucajes con
los que poder asombrar a los espectadores.
Cuando apareció el innovador cinematógrafo,
muchos de eso trucajes se usaron frente a la cámara y aparecieron muchos otros más
que tenían que ver con el mismo medio fotográfico.
Georges Melies fue sin duda el
gran pionero mundial de los trucajes cinematográficos. Utilizó muchos de esos
viejos trucos heredados de la tradición teatral, y por supuesto, creó muchos
otros nuevos, específicamente del género cinematográfico.
La industria cinematográfica
española fue, durante los primeros años de vida de este nuevo invento, a
rastras de las innovaciones de la industria francesa y americana. Y aunque el
nivel de nuestro cine era más bien pobre, algunos entusiastas y aventureros del
género lucieron con una intensidad creadora propia de los mejores pioneros
europeos. Entre ellos destacan el aragonés Segundo de Chomón y el barcelonés
Fructuoso Gelabert.
Segundo de Chomón fue sin duda
uno de los grandes innovadores en el arte cinematográfico en su época.
Comenzó coloreando a mano fotograma a fotograma películas para la
empresa Pathè Frérès. En 1902 rueda Choque
de trenes, para la que utiliza trenes de juguete para reconstruir el trágico
accidente.
Poco después se embarca en
proyectos como Pulgarcito (1903) y Gulliver en el país de los gigantes (1903),
películas en las que utiliza por primera vez sobreimpresiones y rodaje a dos
escalas para conseguir el efecto de gigantes y enanos.
En 1906, rodó El hotel eléctrico primera película
española en la que se utilizaba el rodaje de objetos animados fotograma a
fotograma para simular que se movían por si solos.
Por entonces Segundo de Chomón se
convirtió en la competencia directa de Georges Melies. En un alarde de imaginación, Chomón rodó Viaje a Júpiter (1909) y Viaje a Marte (1909) En 1012 es
contratado por la compañía turinesa Italo Films para la que realiza trabajos de sobreimpresiones, y
maquetas que él mismo fotografía.
La mayor parte de su carrera la
desarrolló en Francia e Italia, colaborando
en películas como Cabiria
(Giovano Pastrone, 1906) o Napoleón
(Abel Gance, 1926), para las que construyó y fotografió espectaculares maquetas. Entre la lista de
sus invenciones se pueden destacar, las
trasparencias, cortinillas, muñecos animados, y coloreado a mano.
Junto con él Fructuoso Gelabert fue el otro
gran pionero de nuestra cinematografía. Fundó los primeros estudios barceloneses
destinados a la construcción de aparatos cinematográficos y equipos de proyección.
El 1899 rodó la primera película
española con trucajes, Choque de dos
trasatlánticos en la que usa
maquetas y barcos en miniatura, y en 1908 para la película Los calzoncillos de Toni construyó el primer tambor giratorio con
fondos pintados, colocado tras la ventanilla de un vagón, para crear la
sensación del movimiento de un tren.
Diseño del estudio de Gelabert,
en Horta. El estudio se acabó en 1916
y se conoció entre la gente como
"la casa de cristal", parecida al estudio que
Georges Melies tenía en Paris, construido como un gran invernadero
con paredes de cristal para favorecer el rodaje con luz natural.
Durante las primeras décadas del
siglo XX los efectos especiales, estaban incluidos en el departamento de
decoración. Eran los mismo directores de arte o sus ayudantes los que se
encargaban de construir las maquetas, pintar los forillos, o de simular lluvia,
viento, fuego y demás efectos atmosféricos.
Los hermanos Ricardo y Ramón de
Baños fueron otros de los grandes pioneros de nuestro cine. Ramón, se dedicó especialmente a la
fotografía, trucajes, títulos y arte en general.
En 1916 la
productora de los hermanos De Baños coprodujo con una productora francesa, La vida
de Cristóbal Colon y su descubrimiento de América. La producción se elevó a la increíble cifra de un millón de
pesetas. Esta astronómica suma de dinero se debió al coste de la construcción
de decorados, incluidas las tres carabelas,
el vestuario, y la numerosa figuración. La dirección artística corrió a cargo
de Salvador Alarma, Adriá Gual y Ramón Borrell, con Ramón De Baños a cargo de
la fotografía.
Fotograma de "La vida de Cristóbal
Colon y su descubrimiento de América"
Manuel Noriega dirigió en 1924 Madrid en el año 2000, una fantasía de
ciencia ficción en la que aparece Madrid
convertida en una gran metrópolis futurista y el río Manzanares transformado en
un canal por el que transitan barcos
mercantes. Los efectos especiales fueron de Enrique Blanco y Bernardo Perrote
En 1927 Nemesio M. Sobrevila,
dirigió Al Hollywood madrileño película en la que retrataba un Madrid
futurista utilizando maquetas corpóreas. El mismo Sobrevila se encargó de
construir las maquetas y animar muñecos en ellas, rodando fotograma a
fotograma.
Sobrevila con una de las maquetas
de “Al Hollywood madrileño”
Aunque en las décadas anteriores
se habían levantado estudios de cine en Madrid y Barcelona no fe hasta loa años
treinta cuando se crean los primeros estudios modernos de cine como Orphea en
Barcelona o CEA en Madrid, que perduraron durante las décadas siguientes.
En estos estudios se dio empleo a
técnicos y artesanos que se iban incorporando a los diferentes sectores y
gremios de la producción cinematográfica. Aunque el departamento de efectos
especiales no aparece propiamente dicho hasta los años cincuenta. Serán los técnicos
del departamento de arte los que generalmente se las arreglen para hacer los
escasos efectos mecánicos, y los de cámara y laboratorio se encargaran de los
trucajes y trasparencias fotográficas. Surgen también los primeros maquilladores profesionales que comienzan a establecerse en la aún fragil industria del cine. Entre ellos destaca Julián Ruiz, conocido en el gremio como "Fifi", cuyo trabajo se desarrolla entre el teatro, la zarzuela y el cine, creando caracterizaciones con maquillaje y peluquería. En su taller, trabaja ya en los años treinta su hijo Julian Ruiz que años más tarde se convertiría en el mejor maquillador del cine español.
Aparecen directores como Benito
Perojo, Luís Marquina o Florián Rey que comenzarán a realizar películas
ambiciosas que requieren de un despliegue técnico y artístico destacable.
Don Quintín el amargao (1935) de Luís Marquina. Para recrear un
accidente de coche, se utilizó un vehiculo real, que se despeó por una ladera
creando un efecto completamente realista
y espectacular para la época.
A finales de los años treinta, llegan
a trabajar España algunos técnicos extranjero
como el operador Ted Pahle o el
director de arte ruso Pierre Schildneck, que introdujo en España la técnica de
maquetasen primer termino y pintadas en cristal. También el alemán Sigfredo
Burmann, trabajó en películas Hispano-alemanas rodadas en Alemania durante la
guerra civil. Cuando volvió a España tras la guerra comenzó
también a realizar trucajes con maquetas corpóreas y pintadas.
Pierre Schildneck creó una maqueta para mostrar el castillo de
Selliny en la película de Luís Buñuel La
edad de oro (1930)
Estos trucos eran creados por atrecistas, constructores de decorados, pintores,
carpinteros y escayolistas. Algunos se
fueron especializando en estos trabajos hasta convertirse en verdaderos maestros.
A finales de los años treinta
comenzaron a utilizarse en algunos estudios de cine de forma habitual trucajes con
retroproyección, mas conocidos como trasparencias. Generalmente para planos rodados en
interiores de coches o vagones de tren, para simular los paisajes tras la
ventana.
Un ejemplo son las trasparencias
en Suspiros de España (1939) de
Benito Perojo. Estrellita Castro y Miguel ligero frente a una pantalla de
retroproyección representando pasear por Sevilla o charlando en la cubierta de
un barco con el océano de fondo.
En el próximo capitulo veremos la
aparición de los primeros técnicos especializados y acreditados en el campo de los efectos especiales.
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