Resumen del 2º capitulo. La
producción española de los años 40 y 50.
La época de los estudios.
Una época caracterizada por un sistema de rodaje en el que los decorados
se construían en los estudios. En Barcelona estaban los Estudios Orphea y Lepanto.
En Madrid, los estudios C.E.A., Ballesteros, Aranjuez, Chamartín, Roptence y
otros. Directores artísticos como Enrique Alarcón, Eduardo Torre de la Fuente, Sigfredo Burmann,
Ramiro Gómez, Pierre Schild y muchos
otros, crearon espectaculares decorados y tuvieron bajo su responsabilidad
la creación de los efectos especiales.
Ejemplo de ello son las pinturas
en cristal de Enrique Salvá y Emilio
Ruiz del Río, los trucajes de Pedro
Schild, y las maquetas corpóreas de
Enrique Alarcón.
Hasta la década de los cincuenta
no aparecieron los primeros técnicos de efectos especiales propiamente
dichos. Con la llegada de las películas
extranjeras, británicas y americanas, se empezó a demandar la figura del
técnico de efectos, que hasta entonces no existía en el cine español. Profesionales del departamento de arte,
atrecistas, carpinteros etc. comenzaron a pasarse al departamento de efectos
creados por los extranjeros y así aparecieron los primeros talleres de efectos
especiales.
Durante los años cuarenta este trabajo
solía recaer bajo la supervisión de los directores
de arte. Sigfredo Burmann, director artístico alemán, vino a España en 1910. En
1917 empieza a trabajar pintando escenografías para Teatro y en los años
treinta se pasa al cine. Durante la guerra civil, se traslada a su país natal y
trabaja en las películas españolas rodadas en Alemania. Allí, en los estudios
UFA, vio la utilización del trucaje de las pinturas en cristal para completar
los decorados ya sea en exteriores o en el interior de los estudios.
Cuando volvió a España a
principios de los 40, comentó a varios de sus colaboradores esta idea, entre
ellos estaba Enrique Salvá.
Salvá era un excelente pintor figurativo que
encontró un sitio en el mundo del cine. Gracias a la rapidez y perfección con
que pintaba paisajes, comenzó a recibir encargos para pintar forillos y
maquetas en cristal. Emilio Ruiz del Río
entró a trabajar como su ayudante y trabajaron juntos durante muchos años, en
gran cantidad de películas.
Enrique Salvá pensó que era un
trucaje muy eficaz y que podría hacerlo, y así lo realizó en su siguiente
película con Emilio Ruiz como ayudante
Con una filmografía de más de 450
películas, Emilio Ruiz no recuerda exactamente cual fue la primera en la que
usaron la técnica del cristal pintado, pero ya en 1943, recuerda que pintaron
una maqueta en cristal para El abanderado de Luís Fernández
Ardavín.
Sigfredo Burmann recurrió a
Enrique Salvá para completar los
decorados de Alba de América (Juan de Orduña, 1951)
La torre de la iglesia, el coro,
la parte superior del mástil de la barca
y las nubes, están pintadas sobre cristal por Salvá y Emilio Ruiz.
Antes de que se introdujera en
nuestro país el uso de la pintura en cristal, los escenarios que tanto por
coste como por tamaño no se podían construir completos, se pintaban de fondo en
gran tamaño como forillos. Un ejemplo de ello es en Goyescas, donde Enrique
Salva y Emilio Ruiz tuvieron que pintar
el palacio real de Aranjuez sobre un tablero de madera de unos 20 metros de largo
colocado tras la verja que se construyó
para el caso.
Fotograma de Goyescas
(1942).
Pierre Schildneck, director
artístico de origen ruso, trabajó en Francia en la década de los veinte, y
llegó a España a finales de los treinta, cambiando su nombre por el de Pedro
Schild.
Introdujo en España la técnica
del "matte shot". Primero rodaba el escenario con los actores y el
decorado real, tapando en negro la parte que luego añadiría con sus
trucajes. Esta técnica era similar a la
usada por salva pero requería de trabajo en postproducción mientras que la de
salva se realizaba en directo frente a la cámara. Durante sus primeros años tuvo como ayudantes
en Barcelona a Enrique Alarcón y después a Juan Alberto Soler
En esta imagen perteneciente a la
película El ultimo caballo (Edgard Neville ,1950) los edificios de la Gran Vía madrileña, fueron pintado por Schild.
Enrique Alarcón comienza su
andadura profesional en el cine, en 1940,
como ayudante de Pierre Schild en los estudios UFISA, de Barcelona. Dos
años después, se traslada a Madrid y trabaja como ayudante de Sigfredo Burmann. En poco tiempo se
convirtió en decorador jefe de los estudios CEA.
En muchos de sus trabajos tuvo que
hacer uso de maquetas para completar escenarios, dar espectacularidad y
abaratar costos.
Maqueta corpórea para La
princesa de los Ursinos (Luís Lucia, 1947)
La casa sobre la colina, es una
maqueta colocada en primer término.
Así como Alarcón era un gran
entusiasta de las maquetas corpóreas, nunca pintó maquetas en cristal el mismo. Enrique Salvá y Emilio Ruiz si pintaron para
él forillos y maquetas. En alguna ocasión, si se decidió a usar personalmente
el trucaje del cristal como en el El clavo, (Rafael Gil, 1944) aunque solo para pintar unas nubes y así disimular
el encaje de una maqueta corpórea con el escenario real.
Para la película El beso de
Judas, (Rafael Gil, 1953) Enrique Alarcón
utilizó varias maquetas corpóreas, para dar una mayor espectacularidad a
los decorados realizados en los estudios CEA.
La hilera de columnas en primer término
es en realidad una miniatura encajada con el decorado real.
El decorado construido en los
estudios CEA.
El mismo decorado con la maqueta corpórea
de las columnas.
Todas estas maquetas corpóreas
eran realizadas por los equipos de construcción, como los de Francisco Asensio, Francisco Prosper o
Enrique Bronchalo. De entre ellos Prosper destacaría en el trabajo de efectos y
maquetas como veremos en otros capítulos.
En los años 40, José María
Moreno, inventor, constructor de decorados y ayudante de cámara, inventó
el panomaq. Aparato que permitía
hacer panorámicas con maquetas corpóreas. Gracias a su contribución se pudieron
rodar escenas con maquetas en las que la cámara se movía horizontal y
verticalmente. José María Moreno trabajó
como constructor y director artístico durante la década de los 40 y 50,
haciendo uso de maquetas en muchas de sus películas. En los años sesenta se
paso al equipo de fotografía trabajando como ayudante de operador de cámara.
En Barcelona, trabajaban
directores de arte como Alfonso de Lucas
Soriano o Juan Alberto que utilizaron también muy a menudo las maquetas para
completar decorados o ampliar escenarios.
Maqueta corpórea de techo,
completando el decorado de El correo del
rey (Ricardo Gascón, 1950)
Aparte de las maquetas, los
directores artísticos tenían bajo su tutela la creación de efectos mecánicos y
atmosféricos: Lluvia, viento, nieve e incluso terremotos.
Lluvia creada por Enrique
Alarcón en un decorado construido en
estudio, para El fantasma y doña Juanita
(Rafael Gil, 1951)
También recaían sobre los directores de arte los
efectos de pirotecnia, con explosiones, fuegos e incendios de decorados o
maquetas.
Los efectos con trasparencias o patalla de
retroproyeccion fueron de uso habitual
en estos años. Sobre una pantalla
traslucida se proyectaba por detrás el
escenario previamente filmado. Delante de la pantalla se colocaba a los actores
y se rodaba así completando el efecto.
Josita Hernán y Luís Prendes
supuestamente conduciendo un coche, con la pantalla de retroproyección detrás
de ellos. Transparencia para la película Mi enemigo y yo (Ramón Quadreny, 1944)
A mediados de los años cincuenta
empiezan a aparecer los primeros técnicos especializados en efectos especiales,
como Antonio Molina o Manuel Baquero que
venía de trabajar como atrecista y se fue especializando en efectos hasta ser
el primero en tener un taller solo dedicado a estos trabajos.
Comienzan a aparecer también a finales de los treinta y
comienzos de los cuarenta, los primeros maquilladores profesionales. Muchos de ellos provenían del teatro y
encontraron el la industria del cine un espacio donde experimentar y hacer
frente a retos inesperados, entre ellos Julián Ruiz o el catalán Luis Alcaraz.
En la Película de Ignacio
F. Iquino Un enredo de familia (1943)
Alcaraz tuvo que crear cuatro
caracterizaciones diferentes para cada uno de
los dos actores principales que representaban cuatro personajes.
Otro de los profesionales
extranjeros que fueron traídos de Francia
por el productor saturnino Ulargi
fue el maquillador Wladimir Tourjanski. Con
él aprendió José María Sánchez, y poco
después también como ayudante suyo
Francisco José Puyol. Los efectos
de maquillaje tal y como hoy los conocemos eran muy poco frecuentes en el cine de entonces. Se
realizaban eso si muchas caracterizaciones con postizo, pelucas, barbas etc.,
pero maquillajes con prótesis faciales
eran muy infrecuentes. Quizás el efecto
de caracterización mas usado en aquellos años fue el envejecimiento de actores representando sus personajes a lo largo de muchos años. Ejemplo de ello son los envejecimientos de
Alberto Closas y Rafael Alonso en El
baile (Edgar Neville, 1959) realizados por Carmen Martín.
Molokai la isla maldita (Luis
Lucia, 1959) destaca por sus maquillajes
de enfermos de lepra, realizados por Julián Ruiz con la yuda de Carmen Martín, Juan Farsac
y Carlos Paradela.
Durante esta década, comienzan a
llegar las producciones extranjeras, americanas, inglesas y las coproducciones
con Italia.
Películas como Alejandro Magno
(Robert Rosen, 1955), La princesa de Eboli (Terence Young, 1955), John Paul
Jones (John Farrow. 1959) , Salomón y la reina de Saba ( King Vidor, 1958) o Los últimos
días de Pompeya (Mario Bonnard, 1959)
Para esta ultima, el director de
arte Ramiro Gómez tenía que trasformar la plaza de toros de El Escorial en un
circo romano. Utilizando las habilidades de Emilio Ruiz, se usó una maqueta
pintada, que añadía una arcada más y el monte Vesuvio al fondo.
Para recrear la explosión del
volcán se fueron a la provincia de Guadalajara, donde encontraron una montaña
apropiada para colocar en su cima doscientos cincuenta kilos de dinamita y gran
cantidad de bidones de benzol y alquitrán.
Otra película de gran impacto en
la industria del cine español fue Orgullo y pasión ( Stanley Kramer, 1957) en la que trabajaron numerosos técnicos de
efectos especiales entre ellos Basilio Cortijo como ayudante de Alex Weldon. Lo
más espectacular de la película fue sin duda el gran cañón que se construyó y el asalto final a las murallas de Ávila.
Con estas producciones,
llegan una serie de técnicos
extranjeros que cogerán bajo su tutela a
algunos técnicos españoles, llegando estos a hacerse imprescindibles para las
grandes producciones de los años venideros, como Alex Weldon, Richard Parker,
Ray Harryhausen o Eugene Lourie. Con
ellos trabajaron técnicos y artistas como Basilio Cortijo, Manuel Baquero, Pablo
Pérez, Antonio Bueno, Fernando Pérez o Francisco Prosper.
En el año 1957 llego a España Ray
Harryhausen, el maestro de la animación fotograma a fotograma o stop motion, en
busca de localizaciones exóticas para su película Simbad y la princesa dirigida
por Nathan Juran. Las facilidades, variedad de localizaciones le
estupendo nivel técnico de nuestros profesionales hicieron que rodase en España
la mayoría de sus películas durante las dos siguientes década.
Para este primer film de aventuras
y fantasía contó con Gil Parrondo como director de arte y Francisco Prosper en
la construcción de decorados y elementos de atrezzo como la enorme porra con
puntas del Cíclope. En los departamentos
de arte y construcción como los de Prosper y Asensio comenzaron a trabajar carpinteros, pintores, escultores y
escayolistas cuyo trabajo se combinaba a menudo con los efectos especiales
creando maquetas y objetos de atrezo como el cañón antes mencionado, todo tipo
de armas o elementos escenográficos que debían ser destruidos o quemados. Entre
ellos se pueden destacar por su carrera posterior (que veremos en los siguientes
capítulos) a Ramón Moya, Julián Martín, Vicente Jesús, Antonio Páramo o Jacinto Soria
Manuel Baquero estaba encargado de los efectos
especiales mecánicos, siendo el responsable de humo, fuego, explosiones y demás.
En el capitulo siguiente veremos
la influencia que los técnicos
extranjeros dejaron en la industria del cine español con la avalancha de producciones
que llegaron, especialmente en los años sesenta.
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