Los impactos de bala con sangre
comenzaron a usarse de forma habitual a finales de los años sesenta. Hasta entonces en las películas, los actores y especialistas recibían disparos
de bala y caían fulminados gritando
y levantando los brazos sin que se viese
impacto ninguno en su cuerpo, ni sangre ni nada por el estilo. La imaginación
del espectador lo hacía todo.
No sé exactamente quien comenzó
con ello, pero en los sesenta, especialmente en el western y el cine bélico,
algunos directores comenzaron a pedir impactos de bala con sangre. El director
americano Sam Peckimpah los puso de moda
con películas como Grupo salvaje
(1969) Pero unos años antes ya habíamos visto algunos ejemplos. En La muerte tenía un precio (1965,
Sergio Leone) El técnico italiano de
maquillaje Rino Carboni con la ayuda del español Juan Farsac, hicieron un
impacto de bala en la frente de un actor.
Donde podemos ver impactos sangrientos en todo su esplendor es en El regreso de los siete magníficos
(1966, Burt Kennedy) En esta película, el técnico de FX americano Richard Parker y su ayudante
español Fernando Pérez colocaron impactos en cuerpo con bolsas de sangre para crear
espectaculares efectos.
De nuevo en un espagueti
western rodado en España encontramos más rastros de sangre. Vamos a matar, compañeros (1970, Sergio Corbucci)
Y llegamos a Caza implacable (1971, Don Medford) En este caso el técnico de
efectos fue Manolo Baquero y en el maquillaje estaban José Antonio Sánchez y
Ramón De Diego, que ayudaron a colocar los impactos, especialmente dos de ellos
en cuerpo desnudo, en el estomago y espalda de dos actores. Tuvieron que
colocar pieles de látex tapando los
pequeños detonadores y las bolsitas de sangre.
El culpable de todo esto, el siempre infalible Gene Hackman
Con los años este efectos se ha
convertido en imprescindible y parece que ya no nos creemos que alguien ha
recibido un disparo sino vemos el consabido estallido de sangre, a veces
convertido en autentico chorro y aspersión
por algunos directores amantes del efectismo.