lunes, 25 de mayo de 2015

Antonio Baquero

 Antonio Baquero. Ese desconocido.

 Por todos es sabido que  en las películas antiguas (hablamos de los años 40,50) lo habitual era poner en los títulos de crédito solo a los jefes de departamento. Quizás también a algún ayudante de montaje o de maquillaje, pero lo normal era que apareciesen pocos nombres de los muchos que trabajaban en cada película.  No fue hasta mediados de los  setenta cuando se empezó a generalizar la costumbre de poner en los títulos de crédito al final de la película  a la mayoría de los técnicos y artistas.  En el cine español y hablando ya de efectos especiales, es evidente apenas hay mención a estos técnicos. Entre otras cosas porque no había especialistas en esta categoría. Ya hemos mencionado que los trabajos de efectos los solían realizar attrezzistas  y artesanos del departamento de arte. En alguna película de los cuarenta aparece acreditado por efectos especiales algún  director de arte como Enrique Alarcón o Enrique Salvá (por sus trabajos de maquetas), o directamente algún maquetistas como Juan Figuerola, o a partir de  mediados de los cincuenta Emilio Ruiz. Pero lo que no se vio hasta  principios de los sesenta fue a un técnico de efectos especiales en los títulos de crédito iniciales.  Y aún así ya hemos visto que muchos de ellos pasaron décadas sin ver sus nombres en pantalla. Hoy vamos a rememorar  brevemente la carrera de uno de ellos. Antonio Baquero. Quizás el que más se merezca un reconocimiento.  La razón es muy sencilla, fue uno de los más veteranos y de los que menos vio reflejado en pantalla su  aportación al cine. Buscando sobre él en Internet apenas aparecen  tres o cuatro títulos.  Por suerte su hijo se puso en contacto con nosotros y nos ha estado mandando información. En nuestro libro Los alquimistas del 7º arte, se menciona el trabajo de  Antonio Baquero  en varias ocasiones ya que algunos veteranos nos  hablaron de él. Pero es cierto que casi todas las referencias se hacían a su hermano Manuel Baquero. 
 Las dos fotos de Antonio Baquero han sido cedidas por su hijo al que estamos sinceramente agradecidos.

Antonio Baquero , técnico de efectos especiales. 


Antonio y Manuel Baquero comenzaron a trabajar en los años cuarenta (es difícil precisar el año)  en el departamento de arte como attrezzistas en películas como La princesa de los Ursinos (1947) o La leona de Castilla (1951).  El director de arte Enrique Alarcón cuenta que en aquellos años siempre había en el departamento de arte algún “manitas” que se encargaba de los trabajos de efectos especiales. Los hermanos Baquero eran de esos. Una de las primeras películas que su hijo recuerda haberle oído hablar a su padre es  Locura de amor (1948)  De sus primeros años en el departamento de arte Antonio Baquero conservó  la facilidad de poder distinguir entre  los  diferentes estilos  de los muebles pudiendo diferencias si una mesita era estilo Luís XV o Luís XVI.

Detonación de cañones en  La princesa de los Ursinos y lluvia en un decorado de exterior creado en los estudios Sevilla Films para La Leona de Castilla.


Con la llegada de los americanos e ingleses a mediados de los años cincuenta,  se crearon los primero talleres de efectos especiales bajo la tutela de los supervisores extranjeros. En ellos se apuntaron esos attrezzistas “manitas” que ya tenían cierta experiencia en efectos. Antonio Baquero trabajó en películas como  Orgullo y Pasión (1957) o Salomón y la reina de Saba (1959). En la primera de ellas  Baquero tuvo que lanzarse a las aguas del río Tajo  donde el departamento de arte haba construido una puente para ser volado. Con los cables atados al bañador (evidentemente sin neopreno ni bombonas de oxigeno) buceó  a pulmón hasta la base del puente para esconder los cables que debían detonar la dinamita que estaba colocada en la superficie bajo el puente. Recibió un fuerte calambrazo que le obligó a salir a la superficie. Resulta que un  guiri despistado se había sentado  en el detonador y había hecho contacto. Su llega  a ocurrir mientras estaba cebando el explosivo, habrían salido todos volando por los aires.

Explosión del puente sobre el tajo en Orgullo y Pasión.


Ni que decir tiene que Antonio Baquero formó parte del equipo de efectos que trabajó en las películas producidas por Samuel Bronston: El Capitán Jones, Rey de Reyes, El Cid, 55 días en Pekín, La caída del imperio romano, etc.
Antonio Baquero con su mujer en Denia, sobre la cubierta del galeón de El capitan Jones (1959).

En cuanto a voladuras, Antonio trabajó en algunas realmente espectaculares que han pasado a la historia del cine, como el tren en Almería de Lawrence de Arabia (1962) o el puente en El bueno el feo y el malo (1966).  Por cierto en westerns trabajó en montones de ellos, los de Sergio Leone, y otros como Sol rojo (1971) y varios de los protagonizados por Terence Hill. Antonio hijo recuerda que siendo niño todo el mundo conocía  a este actor por su nombre artístico, pero para él era simplemente Mario, de tantas y tantas veces que le había oído a su padre hablar de él por su nombre real.

Explosión en vía férrea con tren real  en Lawrence de Arabia  y secuencia de voladura de un puente en El bueno el feo y el malo.



La infancia de Antonio no fue como la de cualquier niño, viviendo de rodaje en rodaje, en Almería, Marbella, Barcelona, Mallorca, paseando por decorados como las enormes gradas que se construyeron en Montjuic para recrear un combate de boxeo en La gran esperanza blanca (1970) o  viendo como John Philip Law repasaba con su padre la preparación de unos  efectos especiales para una escena del día siguiente en Mallorca, para una película de Simbad. 

Con Ray Harryhausen trabajó en varias ocasiones.  Dos de las de Simbad, Los viajes de Gulliver(1960), La isla misteriosa (1961) y El valle de Gwangi (1969) En esta ultima se rodó en la ciudad encantada de Cuenca una escena con un terodáctilo para el que se construyó una replica a tamaño real. En los planos generales aparece el muñeco  en miniatura animado por Harryhausen, pero en los planos cortos, el actor lucha con un terodáctilo falso que era movido  a mano por Antonio, que estaba escondido bajo el animal, mientras  el actor fingía la lucha sobre la criatura de látex.

En el valle de Gwangi, un vaquero luchando con el terodáctilo falso movido por Baquero.


Durante unos años trabajó en Amobaq, la empresa que se creó  entre el taller de Antonio Molina y Manuel Baquero.  A principios de los setenta cuando Manuel Baquero dejó el cine, sus empleados crearon la cooperativa Cinefec, y Antonio continuó trabajando con ellos durante algo más de una década. También colaboró con ellos asiduamente Clemente  Domínguez, excelente carpintero que estaba casado con la hermana de Antonio y Manuel  Baquero.

En películas españolas, trabajó en muchísimas  desde Las vegas 500 millones (1967),  La isla misteriosa (1973) , Tarzan y el tesoro Kawana (1974) hasta Las aventuras de Enrique y Ana (1981) También en programas de televisión como La Segunda oportunidad (1978-79) en la que colaboraron con el especialista “cascadeur” Alain Petit en la recreación de los accidentes de coche.

Una de los planos más espectaculares de la serie La segunda oportunidad fue el accidente de la cabecera.



A mediados de los setenta  Antonio Baquero cayó gravemente enfermo y aunque se recuperó para poder seguir trabajando, ya no estaba en condiciones de  realizar las duras labores del rodaje y pasó a desempeñar tareas administrativas hasta que se retiró definitivamente tras el rodaje de Conan el barbaro (1982)  Falleció en el año1989 después de casi  cuatro décadas dedicadas al mundo del cine.